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El día que ardió la selva peruana

Por: Sarko Medina Hinojosa

Publicado: 2015-06-05

La falta de diálogo honesto entre el Gobierno Peruano y las comunidades campesinas de la Selva Amazónica, culminaron en actos de sangre que enlutaron a los habitantes del milenario “País de los Inkas”. 

Le llaman la “Curva del Diablo”, y de eso mucho antes de que murieran 24 policías y un número indeterminado de pobladores de la selva amazónica del Perú en ese fatídico kilómetro 202 de la Carretera Fernando Belaúnde Terry en la Región Amazonas. Y es que la mañana del viernes 05 de junio, quedará marcada con el recordatorio indeleble de lo que ocasiona la falta de diálogo entre ciudadanos, hermanos de un mismo país, que pareciera vivieran en mundos distintos.

Las razones para llegar al extremo de la intervención policial, con helicópteros de guerra incluidos, en ese día no fueron, como afirman interese privados, el deseo de desestabilizar el país, sino la negativa de hacer partícipes de la decisión de privatizar terrenos extensos de selva amazónica, a los dueños inmemoriales de esas tierras: las etnias awajún y wanpis, entre otras 14 más.

Periodo de Gestación

Fue casi un año antes que empezó a gestarse la tragedia que dio la vuelta al mundo, cuando el Gobierno Peruano promulgó varios decretos legislativos, entre ellos el DL 1017, que modificó la Ley de Inversión Privada en los terrenos de comunidades campesinas, anteriormente protegidos por el Convenio 169 de la OIT que tiene su propia Ley en el país, la Nº 26253 del 2 de diciembre de 1993, la cual establece que las comunidades “tienen el derecho a decidir y ser partícipes del proceso de concesión y privatización de las tierras en las que habitan”.

Las protestas violentas generadas por la promulgación del decreto mencionado y de la Ley Nº 1090 la llamada “Forestal”, hicieron retroceder al Gobierno Aprista y empezar un diálogo de sordos, es decir: a tres mil kilómetros de distancia los portavoces del Estado trataban de hacerse oír por pobladores que no tienen el castellano como lengua materna. Para el mes de abril los bloqueos de la única carretera de integración de la Amazonía Peruana, llega a un punto irresistible para la economía local. Aparece entonces la figura del dirigente Alberto Pizango, quién llama a insurgencia popular y tiene que retractarse días después. Pero la llama ya estaba encendida…

Increíblemente casi el íntegro de la bancada nacionalista (cuyo líder, Ollanta Humala Tasso, es de férrea oposición al Gobierno Aprista), no se encontró presente en el Congreso de la República el 04 de junio cuando la coalición APRA, Unidad Nacional y Alianza para el Futuro (partido del actualmente reo expresidente Alberto Fujimori), logra suspender el debate de los decretos cuestionados. Entonces se acaba por consumir la mecha de la bomba que estalló en los ojos de millones de peruanos que vieron al día siguiente, horrorizados, como el terror volvía a sus vidas… a nuestras vidas.

El círculo de la intolerancia

Las cifras pueden esperar, lo importante ahora es reconocernos, usted y yo, en el estado actual del continente latinoamericano, tantas veces sacudido por actos de violencia entre habitantes de un mismo país, de un mismo pueblo. El Perú tiene una historia de sangre derramada por la furia de las clases menos favorecidas, que, sin encontrar una salida a su situación, son llevados por la intolerancia hacia la clase gobernante y arremeten con actos violentos, con masacres fundadas en la ira, en situaciones que después dejan heridas que tardan en cicatrizar. La respuesta gubernamental es conocida: muertos y más muertos en “Estados de Emergencia” que a ninguna solución conducen.

Comprender en su debida magnitud el desmayo de las madres de los policías caídos en sus entierros o los cantos étnicos de las esposas de los pobladores muertos en los enfrentamientos, es un dolor que sólo lo sabe quien perdió a un ser querido en la marea del odio, es decir 4 de cada 10 latinoamericanos, según datos de la ONU. Pero dijimos que las cifras no significan nada, en todo caso que sirvan para fundamentar que ninguna muerte puede ser justificable, en especial cuando es por actos de violencia que pudieron evitarse.

Los gobiernos de nuestros pueblos americanos se olvidan que nuestra gran riqueza radica en la diversidad de razas, de costumbres, de comidas, colores y creencias que nos hacen únicos e irrepetibles. Se olvidan que debemos valorar nuestra biodiversidad, respetar nuestras individualidades, potenciar nuestra cultura étnica y conservar nuestros valores ancestrales, y que, a la luz de una unidad ciudadana, nos lleve a interesarnos por el progreso de todos y no el de una clase dirigencial específica.

Después de la tormenta

La calma volvió al kilómetro 202, a esa curva que, lamentablemente hizo honor a su sobrenombre. El dirigente Pizango consiguió asilo en Nicaragua. El Primer Ministro, Yehude Simons (encarcelado en su oportunidad por supuesto terrorismo y luego exculpado), se debate entre la incertidumbre de la salida decorosa o el empecinamiento de seguir en un cargo al cual no respondió de la manera esperada. El presidente Alan García Pérez, culpa a potencias extranjeras, con denominadores petroleros, de ser la fuerza oculta detrás de la matanza, olvidando que pesa sobre sus espaldas las muertes sumarias ocurridas en su Primer Gobierno en el penal “El Frontón” con más de cien ajusticiados. ¿Todo volverá a la “normalidad” de la indiferencia?, queremos creer que no.

La unidad frente a la tragedia

De la más profunda tragedia puede salir una gran esperanza y dar fruto de unidad, es la lección que se puede aprender una vez más de una situación como esta. En todo el país los pobladores de las comunidades selváticas recibieron el apoyo de los frentes sociales, traducido en marchas pacíficas por las calles de las principales ciudades. La Defensoría del Pueblo, elevó la denuncia constitucional contra el DL 1064 por “vulnerar los derechos de identidad cultural de los pueblos indígenas” y el Tribunal Constitucional le dio condición de “prioritario”. El Congreso aprobó suspender la promulgación de los decretos en disputa. El presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), Mons. Miguel Cabrejos Vidarte, se ofreció como mediador y ya inició el trabajo de restablecer la conversación entre las dos partes enfrentadas. Si se aprovecha esta oportunidad, se puede iniciar un camino a la Reconciliación Nacional pues “necesitamos escucharlos (a los pobladores de la selva peruana) y comprender su visión del mundo y su realidad”, meditó el prelado. Es decir, ponerse en el lugar del otro.

Las diferencias sociales continuarán en las provincias alejadas y olvidadas de los países americanos hasta que no se comprenda que existe una palabra mágica que resolvería todo si se pusiera en práctica: “Diálogo” le dicen. Esperemos aprender la lección.

Anexo

Las dos regiones olvidadas del Perú

La Sierra: Es la segunda región natural en tamaño. Allí se encuentran las poblaciones con mayor índice de pobreza. Por lo agreste de su terreno existen poblaciones a las cuales sólo se llega a lomo de bestia. En su mayoría los pobladores tienen al quechua y el aymara como lenguas maternas. La imponente cordillera de los Andes, a pesar de su belleza, resulta un lugar indómito donde no se puede ejercer la agricultura de la manera convencional, sino tradicional en los llamados “andenes”, maravillas ideadas por los Inkas, las cuales están cayendo en desuso ante la necesidad comercial de producir en mayor cantidad materia prima orgánica para la generación de biocombustibles, por lo tanto las iniciativas privadas ven esta región más como generadora de minerales.

La Selva: La primera en extensión y territorio amazónico virgen sin explorar. A pesar de las leyes de protección que promovieron la creación de “Santuario Naturales”, bajo la excusa de la explotación de recursos petrolíferos, se están consumiendo grandes extensiones de territorio, con el fin de privatizarlos para el cultivo de soya, a ejemplo de países como Argentina, Brasil y Paraguay.

Las etnias que viven entre el follaje no pueden ser cuantificadas ya que nunca existió un censo que pudiera localizarlos en el “infierno verde”. En los últimos años se conoce directamente de casos de poblaciones únicas desaparecidas por el avance de la civilización, que los deja sin la posibilidad de continuar con sus milenarias formas de vivir.


Escrito por

sarkomedina

Hoy más que cualquier cosa soy esposo y padre, lo demás ya es accesorio. Tengo un blog de crónicas: http://sarkomedina.wordpress.com/


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Urbaneando

Opiniones urbanas desde la perspectiva periodística