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La insoportable brevedad del ser

Por: Sarko Medina Hinojosa

Publicado: 2014-08-11

Cada día menguamos. De no ocurrir algún accidente que nos siegue la vida, los días, horas, minutos y segundos de nuestra existencia, nos llevan irresistiblemente al mayor de los misterios: la muerte. Esta sensación de que la vida pasa y nada hacemos, se incrementa con los años. La percepción que el tiempo se escapa y no alcanzan las horas del día y dejamos demasiado por hacer y concretar en el tintero de nuestras acciones, oprime. Y quizás no sea tan así. 

Milán Kundera en su conocido ensayo literario sobre la levedad y el peso, agrega vectores a los dos, convirtiéndolos en verdades de su divagación. Vectores que tienen que ver con el sentir primigenio en la búsqueda de la eternidad y la irremediable consecuencia del destino, o, mejor dicho, del irremediable destino que traen las consecuencias de nuestros actos.

Pero ¿Qué si sucede así?. Combatimos el paso del tiempo con figuraciones propias del consumismo: operaciones, cremas, nutrientes, salidas divertidas, gastos y gastos, abandonos de pareja por otras sensaciones, ensayos sobre nuevas oportunidades y probar tabúes que nos devuelvan algo que creemos firmemente se perdió en los años de formación y trabajo.

Hasta los niños viven en esa aceleración contraria que intenta que se mantengan en su correspondiente edad, pero al mismo tiempo los insta a madurar y experimentar, quemar etapas, salirse del guión moral para vivir aceleradamente porque después, después nada hay, solo la búsqueda del tiempo perdido, parafraseando a Marcel Proust, y ya se sabe que no hay tiempo ni para hacer el ejercicio de comerse un bizcocho, a falta de un croissant, y tratar de retroceder el tiempo para revivir esos juegos en las tardes de verano, con aquellos amigos, sintiendo que las seis peeme nunca llegaba y que podíamos jugar y jugar felices. Es insoportable sentir que todo eso ya no se vivirá… ¿O no?

Porque pregunto de nuevo ¿Es necesaria toda esa angustia por el paso del tiempo?... pues no.

Descubramos que el ahora es lo único que poseemos y nada más. Piénselo. Ahora mismo, mientras lee este artículo no posee más que las letras que se forman y crean ideas en su mente. No posee más que su respiración y sus pensamientos y las siguientes acciones. Allí está la maravillosa experiencia de adueñarse del tiempo y no dejar pasar de nuevo la decisión de cambiar el rumbo del destino. La abrumadora secuencia de acciones pasadas, que maniatan su futuro, están allí cercándolo una vez que termine de leer estos párrafos. Pero también está el cómo afrontarlas.

Cada día menguamos y así es como debe ser, para que cada instante se aproveche en su magnitud. El saludar a una persona después de tiempo y que demore algunos minutos significantes de novedad, no retomar actitudes pasadas o cobros de sentimientos que ya no existen como tales. Renovar cada día el saludo con los que pasamos 8 horas y verlos nuevos, como si no los conociéramos de nunca y aprender que cada día una persona puede sorprenderte con su sonrisa o sus palabras. Cuando alguien nos hable hay que escucharlo como si nada más existiera, como si todo depende de esas palabras que ofrece. Pensar que un juego con tus hijos nunca más se repetirá. Que el perdonar instantáneamente, el no quedarse en el juzgamiento, el enfocarse en el trabajo que estás haciendo y no divagar entre redes sociales y las llamadas sin sentido para acometer la tarea y salir de ella y pasar a la siguiente con el ánimo de quién está viviendo, del que está VIVO, cambia la perspectiva.

Comprender que de nada se es dueño, solo del momento presente y que eso también te da la responsabilidad de quién quieres ser, da la oportunidad de ser quién se quiera ser, de soñar y hacer las cosas bien. En el ejercicio constante de vivir dirigidos hacia el bien intensamente cada momento y enfocarse en el ahora como única posesión, estará el secreto de nuestra constante felicidad de la sonrisa que nos acompañará sabiendo que la Eternidad está en el aquí.


Escrito por

sarkomedina

Hoy más que cualquier cosa soy esposo y padre, lo demás ya es accesorio. Tengo un blog de crónicas: http://sarkomedina.wordpress.com/


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Urbaneando

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