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La ilusión de la inclusión educativa

Por: Sarko Medina Hinojosa

Publicado: 2014-02-12

Es como reventarle el globo a un niño. Luego de escuchar en varios medios de comunicación sobre el tema de las matrículas y los cobros excesivos, varios cayeron en cuenta en el verdadero nivel socioeconómico que se encontraban. Y es que quejarse por 200 soles por la matricula que imponen algunas APAFAS, es justo, pero, de pronto, en la misma nota periodística, te enteras que hay gente que paga 1000 dólares por la mensualidad de sus vástagos. Un sudor frío recorre la espalda porque comprendes en donde estás. 

“Quién puede, puede, el resto aplaude”, es un dicho que muchas veces escuchamos a los que por alguna razón, logran algo que los demás no. Tener a los hijos en colegios donde se paga una mensualidad más allá de los 500 soles es, para el común de los que pertenecen a la clase E, algo inimaginable, excesivo, un desperdicio de plata. Teniendo en cuenta que una familia en ese estrato sobrevive con 730 soles, podemos comprenderlo. Para el estrato D, con entrada de 1030 soles mensuales, también es una irrealidad tener un hijo ya ni digamos dos o tres pagando esa suma.

Para el nivel C, tampoco todo está bien, porque hablamos de 1420 soles mensuales de entrada continua para llegar a ser considerados en esa categoría. Y vemos que el sueño de colocar al hijo en un colegio de más de 500 soles sigue siendo eso: un sueño. Pero me dirán, con esa cantidad y haciendo un sacrificio… pues bien vale la pena. Y allí ya no consideramos un desperdicio de plata meter al hijo o hija en un colegio así, lo consideramos inversión a futuro, no el nuestro, mínimo, no somos egoístas, sino en el de ellos.

Por eso, aunque se diga lo de los 730 soles, pues varias familias se “canchuelean” para tener otros dos o tres ingresos más, fuera del trabajo “central” para darles a los hijos, estudiando en colegios nacionales, algunas comodidades para que sigan adelante, lo mismo para los D y C, quienes son una máquina de generar “extras”, con negocitos caseros e inversiones como un carrito para taxear después de la chamba de 8 horas, un cuartito para alquilar, una tiendita inclusive.

Pero allí no queda la cosa, es que el invertir en la educación de los hijos no solo demanda dinero, sino presencia en los eventos del centro educativo, participación en la vida comunitaria, si se quiere que el vástago sea incluido y tenga posibilidades de seguir avanzando. Es también entonces cuestión de invertir tiempo, sonrisas, afectos, emociones y largo etc.

Pero surge la pregunta: ¿Es justo que una familia se saque literalmente el ancho y largo por la educación de sus hijos? “Sí” será la respuesta mayoritaria, pero si analizamos bien, si la educación nacional fuera de la calidad que todos esperamos, si los sueldos de los educadores reflejaran el esfuerzo de los mismos, si la capacitación de los maestros y los escolares fuera un tema de Estado y de inversión constante y no de recortes anuales, si el tema de la subvención en alimentación en los colegios nacionales poco a poco se remplazara con mayores oportunidades de trabajo y una mejor distribución de la riqueza que se genera explotando nuestros recursos… pues no sería de suprema urgencia que saliera uno cada día pensando en que si hoy caerá por allí algún trabajito extra que ayude a pagar esos cuadernos, esos lapiceros, esos libros, esos uniformes. Así tendríamos más tiempo para pensar en cómo este año ayudaríamos mejor a las tareas de nuestros hijos, en qué hacer en el tiempo libre del fin de semana para motivarlos al deporte o a la cultura y un largo y esperanzado etc.

La mejor inversión en educación que puede hacer un padre no pasa por poner a un hijo en un colegio que sobrepase el sueldo, sino en tener tiempo para compartir el proceso educativo de ese hijo, acompañarlo y sentirse parte de esa “inversión”, allí realmente se dará la “inclusión” educativa.


Escrito por

sarkomedina

Hoy más que cualquier cosa soy esposo y padre, lo demás ya es accesorio. Tengo un blog de crónicas: http://sarkomedina.wordpress.com/


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Urbaneando

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