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El otro asesino del pequeño Josué

Publicado: 2013-02-15

El pequeño Josué de tres años apenas, no tuvo oportunidad de defenderse. Las manos que lo estrangularon y el martillo que destrozó su cabecita fueron demasiado para siquiera reaccionar. Wilbert, su padrastro de 30 años, era una masa destructora que nunca le dio chance a gritar. El cruel martirio fue perpetrado el 14 de febrero en la ciudad de Arequipa.

Tan impactante fue el hecho que ha conmovido a toda una ciudadanía y que le muestra una vez más que la violencia avanza a pasos agigantados y se mete por nuestras venas, no sabiendo en qué lugar se desatará de nuevo, que herramienta será usada para ensangrentar las páginas de los medios de comunicación, y qué nuevo nombre se sumará a los asesinos sin conciencia, que ya están purgando penas a consecuencia de un acto inefable.

Pero hay un factor del cual no se hablará más que para dejar constancia del estado del victimario: su embriaguez. Su alcoholizado estado, por el cual, desinhibido de cualquier freno moral, acuciado por los sentimientos agudizados, las sensaciones erráticas y el pulso acelerado, la furia fácil, los celos acrecentados; le facilitaron la brutalidad de sus actos. Un día después, con la resaca mortífera, habrá exclamado de seguro: “Fue culpa del trago”. Y, si un abogado leguleyo toma su caso, hasta podría usar ese atenuante supuesto para una rebaja en la pena.

Patética sociedad es la que existe en paralelo a la nuestra, aquella que considera las consecuencias pero nunca busca a los verdaderos culpables de un degradamiento de los valores sociales, aquellos que, para un mundo globalizado y entendido, un mundo que sabe lo funestas de las consecuencias de sus permisividades, el tema de abuso de licor debería ser un tema prioritario en sus políticas sociales.

Porque, dejémonos de hipocresías, el abuso del consumo de licor causa más accidentes de tránsito con muerte posterior que los causados por fenómenos naturales como lluvia, derrumbes, niebla, etc. El alcohol maneja y maneja mal.

El abuso de consumo de licor es una de las principales causas de violencia familiar, violencia contra la mujer, violencia contra niños y abusos sexuales a menores y mayores. El alcohol merma la conciencia, agudiza el morbo, presenta soluciones a parámetros sociales: saltárselos y cometer aquello que conscientes no se haría.

En nuestra paralela sociedad el consumo de licor en fuertes cantidades es muestra de hombría, de crecimiento, de costumbre socializada, en altas y bajas esferas. Nadie en la secundaria alerta a los jóvenes sobre su abuso, porque si se hace, en los quinceañeros se prueba lo contrario, bajo la anuencia de los padres que dicen “son jóvenes deben aprender”. Hay un pacto tácito de no juzgar a quién toma en exceso porque se podría revertir en contra de uno, que también alguna vez podría encontrarse en un estado parecido.

El alcohol es compañero de varios crímenes. El alcohol viola, el alcohol pega, el alcohol roba, droga, engaña, abusa, consume, destruye. Pero no se hace nada por frenar su abuso, su empoderamiento de una sociedad que busca en soluciones fáciles menguar un problema de fondo.

En municipalidades nadie da charlas sobre el abuso de alcohol y su dependencia. Nadie les dice a los varones que eso de tomarse dos chelas obligatoriamente después de la pichanga del domingo ya es una costumbre alcohólica, una adicción. Nadie les dice a las mujeres que beberse todos los viernes en la salida con amigas un par de cocteles de manera continua ya es una alerta. Pero claro, eso no pasa de una “cucufatería”, dirán, pero, para quienes llevan años en el asunto y saben los problemas que les generó el licor en los episodios en que se les subió y los obnubiló, saben de qué se habla aquí.

El otro asesino del pequeño Josué fue el licor. No se le puede enjuiciar, no se puede prohibir su ingreso a las familias, no se puede condenar a quienes lo producen y menos a los que lo distribuyen. Pero se tiene que hacer algo, concientizar, limitar su abuso en centros donde se vende, donde se consume masivamente, pero algo se tiene que hacer a nivel de la sociedad misma, porque de otra manera, seguirá siendo el cómplice perfecto para tantos horrores que tenemos que presenciar cada día. Debemos hacer algo para que la muerte de pequeño Josué no quede impune o peor… se repita.


Escrito por

sarkomedina

Hoy más que cualquier cosa soy esposo y padre, lo demás ya es accesorio. Tengo un blog de crónicas: http://sarkomedina.wordpress.com/


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Urbaneando

Opiniones urbanas desde la perspectiva periodística