#ElPerúQueQueremos

Una ciudad secuestrada

Publicado: 2012-09-20

El primero de agosto de este año me secuestraron dos horas cuatro sujetos en un taxi. En un mes y más del suceso, mi indignación frente a una población secuestrada por el terror de la delincuencia, se acrecienta cada día, aún más cuando las autoridades correspondientes no realizan ninguna acción concreta, o por lo menos visible, en cuento a esta problemática.

Muchos me dirán, con justa razón, que elevo mi voz de protesta por interés personal, ya que fui víctima de los facinerosos, pues les respondo que sí. Porque a veces, duele decirlo, hasta que no te pasa no tomas conciencia de un problema. Muchas veces cuando te sucede algo que te despierta, empiezas a ver la vida desde otro ángulo.

Esto lo pueden decir las personas que han pasado por alguna dolencia grave como el cáncer o los que hemos visto a nuestros familiares pasar por la dolorosa angustia de la enfermedad. También las personas que pasamos por la violencia terrorista directamente sentimos el problema de otra manera, más personal y sangrante. Puedo seguir con la lista y ustedes mismos se identificarán con tal o cual situación.

De ahí que me indigne, porque a pesar de tantos informes periodísticos, tantos relatos y testimonios y, últimamente la muerte sin sentido de una joven arrastrada por unos desgraciados, por unos míseros soles, hacen que se tenga que decir algo, aún cuando suene interesado, aún cuando incomode.

En este país los intereses subvencionados mueven las masas. Los dirigentes usan la palestra de la circunstancia para elevar su voz de protesta y mover a cientos, miles en pro de denuncias y exigencias, muchas veces obscuras, no porque se supone no sean justas, sino por los protagonistas e incentivadores de las mismas, persiguen altos objetivos, que lograrán mediante la portada adecuada.

Pero para los problemas cotidianos que corroen el alma del ciudadano: nada. Para el problema de la delincuencia: desidia. Para la muerte sin sentido: olvido. En estos días, gracias a los señores delincuentes que me pasearon con golpes incluidos y mirada al piso, he conocido el sinsabor de varios más que, como yo, sucumbieron en su momento al desaliento de decir: “Así están las cosas, no se puede hacer nada”.

Me rehúso. Me indigno ante esta situación y renuncia a la posibilidad del acogedor miedo, ese sentimiento que te protege de avanzar hacia la libertad   de que nadie te encadene con el sentimiento de ser menos, de ciudadano de segunda al cual sus derechos fácilmente se le vulneran. Renuncio a estar secuestrado en el temor de no saber ya que taxi tomar, o que calle cruzar, a qué hora no estar en tal lugar o a despertarme en la noche por pasos en el techo, por ruidos en la puerta.

No juzgo a quienes ya se rindieron, incluidas varias autoridades, ante el flagelo de los delincuentes. Diariamente puedo sentir en las notas policiales, que se les escapa de las manos el control de la ciudad. Solo espero que no hayan sucumbido también al miedo. Les aseguro mi presencia si hay que protestar en la calle contra la delincuencia para demostrar que no estamos secuestrados, o ¿Piensan que si?.


Escrito por

sarkomedina

Hoy más que cualquier cosa soy esposo y padre, lo demás ya es accesorio. Tengo un blog de crónicas: http://sarkomedina.wordpress.com/


Publicado en

Urbaneando

Opiniones urbanas desde la perspectiva periodística