#ElPerúQueQueremos

El sendero luminoso… de la mentira

Publicado: 2012-09-14

“Un país sin memoria está condenado a repetir la historia otra vez”. Dios quiera que uno de estos días no me levante a media noche el sonido estridente de una bomba, no ocasionada por la festividad de alguna Cruz del barrio, sino de un ataque terrorista contra una comisaría o un complejo habitacional cercano.

Espero que nunca vuelva a buscar ávidamente en la lista de muertos reconocidos el nombre de mi tío Marcelo Hinojosa, desaparecido a finales de los ochentas en la selva de Madre de Dios. No quiero ver de nuevo el rostro incierto de mi prima, su única hija, cuando en conversaciones al calor de un petromax trataba de recordar el rostro de su progenitor.

Sueño olvidar la terrible noticia de una mañana de abril del 88, cuando en las noticias del canal 9 se informaba del atentado terrorista contra Cotahuasi, pueblo donde vivían todos mis parientes maternos. Las horas de angustia al no tener noticias sobre mi abuela Hilaria se sumaban a los decires de muertos y heridos, parientes en algún grado todos.

Que nunca vuelva a sentirme contrariado y con sentimientos encontrados, al saber que los “tucos” dinamitaron la oficina donde trabajaba mi padre allá en Chuquibamba, en la OR. Su cuarto de nuevo soltero estaba justamente detrás de la miseria de recinto que quedó luego de la reventazón inmisericorde. Sobrevivió escondido en el baño, con la puerta atravesada protectoramente.

Ojala mi hijo nunca sienta el terror que sentí cuando me enteré que a mi madre la amenazaron con golpes para que entregue medicinas, allá en Villa Rica en Pasco, lugar donde fuimos a vivir un sueño que se volvió pesadilla y terminó conmigo viajando metido en una maletera de bus, escondido y huyendo de la barbarie. Meses después, en la seguridad de mi blanca ciudad, nos llegó la noticia de que muchos amigos, verdaderos hombres buenos, fueron descuartizados por instalazas en fundos cafetaleros donde alguna vez fuimos llevando medicinas y atención.

Dios me dé la gracia de no ver de nuevo los titulares de muerte y destrucción y que por favor nunca, ¡Nunca más! desee la muerte como se la deseé a Abimael Guzmán, el día que lo vi atrapado por fin y en mi corazón adolescente sentí un odio antinatural, impropio de un hombre en crecimiento, pero entendible después de tanta muerte, tantos hermanos caídos, tanto miedo metido en el cuerpo.

Pero lo que principalmente pido es que mi pueblo no olvide su pasado, que los muertos, miles más miles menos lo importante es que fueron demasiados, no hayan perecido en vano, que las lágrimas de sus parientes y del país entero, que llenó mares de desconsuelo, no se sequen en la desidia de voces que se levantan, ignorantes del dolor que fue vivir prisioneros del terror. Perdón pero no olvido, es lo que pido al final.


Escrito por

sarkomedina

Hoy más que cualquier cosa soy esposo y padre, lo demás ya es accesorio. Tengo un blog de crónicas: http://sarkomedina.wordpress.com/


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Urbaneando

Opiniones urbanas desde la perspectiva periodística